Que en los últimos años hay bandas
que han rescatado sonidos antiguos no es ninguna novedad, pero cuando
estos “revivals” se hacen con tanta calidad como el caso que hoy
nos ocupa hay que dedicarles unas líneas, pararse a escuchar con
detenimiento y dejar que sus sonidos te transporten varias décadas
atrás, hacia una época en la que la música tenía mucho que decir
y el rock era uno de los baluartes más fuertes de la contracultura
frente al convencionalismo establecido.
Y es que los alemanes Kadavar son mucho
más que tres rudos alemanes con voluminosas melenas, gusto estético
anclado en los últimos años de los sesenta y barbas hiperpobladas,
son posiblemente, y junto a otras bandas que están editando en los
últimos años, los responsables directos en esa regresión al
periodo 1968 – 1972, donde el rock se endureció y plantó las
primeras bases del primigenio Heavy Metal. Las influencias son más
que obvias, Led Zeppelin, Black Sabbath, Blue Cheer, y toda esa serie
de grupos que llevaron la electrificación del blues un paso más
allá.
El pasado 12 de Abril, Nuclear Blast
ponía a la venta el segundo trabajo de la banda, “Abra Kadavar”,
algo más largo que su predecesor (esta vez si contamos los siete
minutos del bonus track “The Man I Shot”supera los tres cuartos
de hora y llega a los diez temas) pero con esa misma base.
El primer corte es “Come Back Life”
tema que se aprovechó para hacer un videoclip promocinal para el
disco, tras ella vienen “Doomsday Machine” y “Eye Of The Storm”
dos piezas que demuestran que la banda, como engranaje está
engrasada y todo encaja a la perfección, desde la base rítmica que
forman Tiger a la batería y Mammut al bajo (esta semana tuvimos la
noticia de que era sustituido oficialmente por Simon Boutelop, viejo
amigo de la banda) a las melodías que “Lupus” saca tanto de su
garganta como de su guitarra, todo suena donde tiene que sonar, al
milímetro, pero lejos de quedar encasillado suena natural, como que
va fluyendo conforme avanza el metraje del disco.
“Black Snake” se nos muestra como
un denso blues donde “Lupus” dobla su voz con la guitarra (¿o
tal vez sea al revés?), uno de los temas más pesados de este disco,
con una atmósfera árida, casi desértica, así que cuando entra ese
bajo tan dinámico en “Dust” casi nos sentimos aliviados, un tema
mucho más fresco que equilibra la balanza y donde Tiger marca sin
descanso el tempo haciendonos mover la cabeza, mientras Mamut se
encarga de llevar la melodía principal del tema con el bajo. “Fire”
es un tema con una base muy marcada, pero lo más reseñable es el
espectacular final, con un interludio que a mi, y no se por que
razón, me hace pensar en bandas sonoras de películas del oeste.
En “Liquid Dream”, como decimos en
mi pueblo, se salen literalmente de la pelleja, añadiendo a un tema
que es absolutamente completo, un solo de sintetizador que te vuelve
completamente loco (en serio, ¿de dónde salen estos tíos?) y como
la cabeza no te la dejan para muchos trotes te lo enganchan con
“Rhythm For Endless Mind” cuyo título no le puede ir mejor,
porque tanta psicodelia a estas alturas de la película te deja la
mente totalmente perdida en el universo de los teutones. Cerrando el
disco y antes del ya mencionado bonus track, esa jam session en la
que se convierte “Abra Kadavar”.
Como decía al principio, mientras
estos discos que suenan a otras épocas se hagan con tanto respeto y
tan buen gusto como este u otros de la misma cosecha, que vivan los
revivals, los cuarenta y tantos minutos de su metraje se convierten
en un viaje del que cuando vuelves lo primero en lo que piensas es en
volver a pincharlo.
Nota: 8
Jose Ruiz
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